En la cordillera de los Andes se sitúa una especie de paraíso que ha atraído a miles de estadounidenses para instalarse.
Cuenca, en Ecuador, podría ser un lugar del que poca gente haya oído hablar. Pero se ha convertido en una ciudad que coquetea con los retirados de todos los Estados Unidos, atraídos por la atención médica de calidad, el desarrollo social en pleno boom y el bajo costo de la vida, haciendo de sus ahorros una repentina fuente de oro.
Jan y Paul Cottage se mudaron a Cuenca en procedencia de Houston, Texas, hace aproximadamente un año. Esto no fue lo que proyectaron cuando empezaron a hablar de jubilación varios años atrás.
“Pienso que somos de las personas que menos probabilidades tenían de terminar en Ecuador —dijo Jan Cottage—. Teníamos un negocio en Nuevo México. Solía pensar que allí es donde me retiraría para siempre”.
Pero cuando Jan Cottage, 61 años, perdió su trabajo y el negocio de Paul Cottage, 67 años, decayó, se dieron cuenta que tendrían que jubilarse anticipadamente con menos dinero de lo que habían planeado. Entonces él encendió la computadora y se puso a buscar.
“Entonces, cuando volvió a casa y me dijo ‘¿Qué tal Ecuador?’, yo sólo eché a llorar” dijo Jan Cottage, con una sonrisa al recordar el episodio. “Él ya se imaginaba allá y pensé ‘esto no es bueno’. Y luego siguieron las cosas y no volvió a mencionarlo en meses”.
Dice que pudo haber buscado otro trabajo, pero que sabía que sus posibilidades de encontrar uno a su edad con el mismo salario eran muy reducidas.
“Es realmente difícil cuando uno tiene más o menos 50 años encontrar otro trabajo. Estás compitiendo con gente muy calificada que tendrá 30 o 35 años” añadió.
A pesar de la indecisión de ella, la pareja siguió buscando oportunidades de jubilarse fuera del país. Sabían que si se quedaban en Estados Unidos, y aunque se mudaran a otra ciudad, menos cara, habrían tenido que sufragar elevados gastos: salud, impuestos prediales y otros gastos fijos, como gas y servicios básicos.
“Todos conocemos a alguien que se jubiló y se queda viendo la televisión buena parte del día —acotó Jan Cottage—. Queríamos estar seguros de que no nos pasara esto a nosotros”.
Fueron a Costa Rica de vacaciones pero decidieron que ese lugar no era donde querían vivir. También visitaron Panamá y México.
Luego viajaron a Ecuador y vieron que tenía justo lo que ellos buscaban: clima moderado con temperaturas que no suelen pasar de 25 grados, un panorama cultural y musical activo, muchos lugares para caminar y para hacer ejercicio.
Volvieron una segunda vez, durante cinco semanas esa vez, para probar cómo sería vivir en Cuenca. Tomaron lecciones de español y aprendieron a ubicarse en las calles empedradas. Y después, se instalaron definitivamente.
Los Cottage, que no tienen hijos, dicen que no extrañan mucho su vida en Estados Unidos, pero sí a sus amigos. Los impuestos prediales que pagan pasaron de $10 000 anuales en Houston a apenas $72 anuales en Cuenca.
El seguro de salud de Jan Cottage pasó de costarle $640 por mes en COBRA, en Estados Unidos, a poco menos de $100 con un seguro privado en Ecuador.
Aun un año después, siguen maravillados en su cocina, indicando frutas, vegetales y un pan baguette que le costó tan sólo un dólar, e incluso menos en algunos casos.
Hubo también uno que otro contratiempo. Si bien Cuenca ofrece la mayoría de los servicios que solían utilizar, como internet generalizado y DirecTV, toca acostumbrarse a un ambiente mucho más relajado.
“No pienso que hablaría de este ambiente relajado con la gente sin decirle que probablemente no sea para todo el mundo —indicó Jan Cottage—. Aquí, uno tiene que ser flexible. Si alguien dice que viene mañana para instalar una luz de techo, ese mañana puede ser el miércoles de la próxima semana. Entonces uno tiene que tener paciencia con todo eso”.
Los Cottage son dos entre tantos norteamericanos que han dejado el país en busca de una vida más asequible, aunque no menos gratificante. Algunos ya los calificaron de “refugiados de la recesión”.
Muchos estadounidenses experimentaron esta crisis. La Administración de la Seguridad Social envía mensualmente pensiones a más de 346 000 estadounidenses que viven fuera del país, lo que representa un incremento del 47 por ciento en los 10 últimos años.
En un principio, los norteamericanos vinieron de a poco en Cuenca. Posteriormente, en los últimos dos años, una avalancha de jubilados empezó a establecerse allí. El alcalde de Cuenca estima que 4000 norteamericanos están viviendo en esta ciudad de poco más de medio millón de habitantes.
“Hubo un incremento, y, por supuesto, es un poco complicado para nosotros porque, evidentemente, la ciudad es menos accesible para los ecuatorianos” explicó el alcalde de Cuenca, Paul Granda, a ABC News en una entrevista en español.
Granda dice que los precios en Cuenca se han disparado en un 40 o 50 por ciento, en algunos casos. Puntualizó que este aumento no sólo se debe a los estadounidenses, sino también al gran número de ecuatorianos que migraron a Estados Unidos y volvieron a Ecuador con sus familias.
“Los servicios básicos son muy baratos y de calidad. Obviamente, también tenemos la obligación de ser cada vez más eficientes —aclaró Granda—. Pero pienso que la meta radica en cómo mantener políticas activas de tal forma que la inmigración se enmarque en nuestra sociedad y contribuya a la misma”.
Los habitantes dan la bienvenida a los estadounidenses. En Cuenca, la palabra “gringo” es una manifestación de cariño. Numerosos locales proponen incluso las “Gringo nights” (Noches de gringos) una vez a la semana.
La revista International Living coloca al Ecuador en el primer puesto de los mejores destinos para jubilarse, y esto cada año desde hace cinco años. Algunos de los norteamericanos que ya viven en Cuenca están preocupados porque la ciudad irá ganando demasiada popularidad entre los expatriados.
Edd y Cynthia Staton se mudaron a Cuenca en procedencia de Las Vegas hace más o menos tres años. Siempre habían hablado de jubilarse en el extranjero, pero empezaron a buscar centrándose en los países más asequibles de Sudamérica, tras verse forzados a jubilarse anticipadamente a causa de la recesión.
“Teníamos una idea del estilo de vida de jubilados que queríamos —relató Cynthia Staton, 59 años—. Y Cuenca parec.o”as nuestras exigencias9 años. «e jubilados que querusa d” la recesiace m.
dentement“, televisiónvisión comisaía cumplir con todas nuestras exigencias».
“Teníamos como opción aceptar una jubilación de miseria, y esto no era una opción, sino que se trataba de lo mismo que siempre habíamos hecho antes —dijo Edd Staton, 64 años—. Pero no teníamos garantía alguna de que iba a funcionar realmente. Y si no hubiera funcionado talvez nos habríamos perdido los últimos diez años de nuestras vidas, los mejores de nuestras vidas”.
“El plan C —agregó— era pensar en otra alternativa”.
“Esa es nuestra alternativa —dijo ella—. Y no podíamos estar más felices. Era una gran decisión para nosotros”.
Su decisión dejó perplejos a algunos miembros de su familia, incluso sus dos hijos se mostraron recelosos. E indicaron que si hubieran decidido permanecer en Estados Unidos, nunca habrían dejado de trabajar para poder pagar las facturas. Tendrían un presupuesto limitado y muy pocas vacaciones para visitar a su familia, que está dispersa en todo el país.
Ahora pueden viajar a Estados Unidos durante dos o tres semanas seguidas. Para Edd Staton, el hecho de vivir en Cuenca le permite ver a sus hijos y a sus nietos recién nacidos más veces de lo que podía hacerlo viviendo en Las Vegas.
Y hablan diariamente por Skype.
“Gracias a la tecnología, pienso que uno puede mudarse en el extranjero y seguir sintiendo una conexión con su familia, mientras que hace algunos años esto no era posible” explicó Cynthia Staton.
Ninguna de las parejas tiene previsto establecerse de nuevo en Estados Unidos. En vez de ello, sencillamente están disfrutando de lo que ellos consideran los mejores años de sus vidas.
“No hay duda de que queríamos vivir esta aventura antes de vernos eventualmente imposibilitados físicamente” aclaró Jan Cottage.
Esto es lo que los ecuatorianos llaman “tercera edad”: el tercer capítulo de sus vidas, más que seguramente el mejor capítulo.
Traducción de 9h05, Inc.
Original en inglés de Sarah Netter y John Quinones